
NOTA: este artículo se publicó originalmente en Newsweek el 25 de enero de 2022. La siguiente versión se tradujo del original en inglés.
Por Yaritza Perez
Cuando ingresé al Cuerpo de Marines, juré proteger a las personas y al suelo de los Estados Unidos. Luego de 12 años de servicio, que incluyeron despliegues en Irak, Kuwait y Baréin, regresé a casa y quedé perpleja al ver cómo los legisladores no lograban proteger a nuestra gente y a nuestro suelo del cambio climático.
El cambio climático está provocando sequías, calor extremo, incendios forestales, aumento del nivel del mar e inundaciones que ponen en peligro al personal militar y a las instalaciones militares. Vivo en Florida, que funciona como un indicador del clima. Los manglares que rodean mi casa en Orlando se están inundando. Las calles de Miami, también. Nuestras playas se están estrechando dado el aumento del nivel del mar. A lo largo de la costa de Florida hay más de 20 instalaciones militares amenazadas por la inundación. No hay duda de que el cambio climático deteriora nuestra preparación militar y compromete la seguridad nacional.
Me lo tomo en serio porque las raíces militares están muy arraigadas en mi familia. Mi padre también fue Marine. Mi abuelo estuvo en la Armada y mi sobrino está en servicio activo en la Fuerza Aérea. Como todas las familias militares, la nuestra se sacrificó mucho por este país. Todo lo que pedimos a cambio, para nuestra familia y todas las familias, es que tengamos los cimientos para un futuro saludable: un medio ambiente estable, agua segura para beber y aire limpio para respirar.
Y, sin embargo, mi madre no puede salir porque tiene una enfermedad respiratoria, y el calor y la contaminación del aire empeoran su respiración. Veo los mismos problemas respiratorios en mis compañeros veteranos cuando visito el hospital. Mi hija de 20 años se preocupa por encontrar un lugar con aire limpio y agua para cuando esté lista para formar una familia. Se pregunta si debería traer niños a este mundo.
Tenemos todas las herramientas que necesitamos para construir un país más resistente a los efectos del cambio climático, si logramos actuar de manera colectiva. Reducir la contaminación por metano es una de las formas más rápidas y efectivas de frenar el cambio climático y proteger la salud de niños y familias. El metano, el ingrediente principal del gas natural, es un potente gas de efecto invernadero que empeora la crisis climática. La industria del gas y del petróleo genera escapes de metano de más de 16 millones de toneladas métricas por año, el equivalente a la contaminación climática de todos los vehículos de pasajeros de la nación en un año.
La Agencia de Protección Ambiental (EPA) está considerando implementar una norma que reducirá el metano y otros contaminantes de aire dañinos, provenientes de las operaciones de gas y petróleo pre-existentes y nuevas. Por primera vez, habrá estándares de metano que limiten la contaminación procedente de casi 1 millón de las operaciones de gas y petróleo más antiguas en nuestro país. Este es un gran paso en dirección correcta, pero hay fallas en la norma propuesta que dejarían pasar inadvertidas a una gran cantidad de fuentes de contaminación por metano.
En primer lugar, la EPA tiene que fortalecer su propuesta y solicitar inspecciones frecuentes de los pozos más pequeños, los cuales están exentos según la norma presentada. Hay cientos de miles de pozos más pequeños en todo el país que generan sólo una pequeña cantidad de petróleo y gas utilizables, pero contribuyen de manera desproporcionada a la contaminación por metano. La exención es un problema importante, ya que los pozos más pequeños pueden ser más propensos a sufrir fallas en su equipo, y son contaminadores significativos.
En segundo lugar, la EPA debería eliminar la práctica de la «quema de gases». Algunas empresas de gas y petróleo no han invertido en actualizaciones de equipo que les permitirían capturar y vender todo el gas que extraen, de modo que queman el excedente como material de desecho. Esta quema o combustión causa que emanen contaminantes del aire que dañan la salud en las comunidades aledañas y contribuyen al cambio climático.
Como latina, este tema me toca muy de cerca. A nivel nacional, hay alrededor de 2 millones de latinos que viven a menos de media milla de distancia de plantas de gas y petróleo. Somos tres veces más propensos a vernos afectados negativamente por la contaminación del aire debido al lugar donde vivimos y trabajamos. Nuestros hijos son más propensos a morir de asma y pierden unos 112,000 días de escuela al año debido a la contaminación del aire. A todas las personas nos afecta la contaminación del aire y el cambio climático, pero los más perjudicados son las comunidades negras y latinas, las personas de bajos ingresos y otros de los grupos más expuestos.
En el Cuerpo de Marines, me regía por el credo «no se deja a nadie atrás». Ahora que llevo una vida de civil, les exijo a nuestros legisladores que no dejen atrás a ninguno de nosotros. Independientemente de su lugar de residencia o de cuánto dinero gane, toda persona debe tener acceso al derecho humano básico del aire y agua limpios, y a un medio ambiente seguro. La EPA debe establecer las normas más exigentes e integrales posibles, para proteger a nuestras familias de toda fuente de contaminación por metano proveniente del petróleo y del gas, sin dejar por fuera los pozos pequeños ni la quema de gas habitual. Exigimos justicia en cada aliento.
Yaritza Perez es puertorriqueña de segunda generación, madre, veterana del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos y organizadora en Moms Clean Air Force. Vive en Orlando.
Los puntos de vista expresados en este artículo son propios de la escritora.