Mi papá era médico. Pero debo decir que «es» médico. Porque, si bien él tiene 96 años, todavía tiene la vocación de ayudar. Mis hermanos y yo obviamente no lo dejamos salir de la casa y eso es un gran desafío porque él está acostumbrado a haber estado toda la vida respondiendo ante catástrofes o enfermedades.
Cuando leo las noticias sobre la COVID-19 en los hospitales, me impacta una y otra vez la personalidad profunda, esencial y que cambia la vida de los que se convierten en trabajadores de la salud. Los médicos, enfermeros, auxiliares, cuidadores o psicoterapeutas en hospitales, clínicas, asilos de ancianos, sitios de pruebas de coronavirus desde el auto o donde sea que estén ponen su propia seguridad, incluso sus propias vidas, en riesgo para ayudar a quienes sufren, para ayudarnos a curarnos.
Los trabajadores de la salud responden a una vocación superior. Puedo afirmar que son superhumanos. Ellos hacen y han estado haciendo su trabajo todos los días de manera incansable en hospitales en todo el mundo durante años. La verdad es que no nos detenemos a pensar en ellos, a menos que estemos enfermos o casados con ellos, o hayamos sido criados por ellos o los hayamos criado.
Y ahora están al frente de la batalla. Nosotros, como país, pensamos en ellos, recurrimos a ellos, confiamos en ellos todos los días, ya sea que estemos enfermos, ansiosos o simplemente para escuchar sus recomendaciones e información que brindan en las noticias.
Por eso, primero quiero agradecer a los profesionales de la salud que nos brindan protección. Muchas gracias.
Cuando era pequeña, mientras caminaba por la ciudad o estaba en la iglesia con mi papá, me fascinaba el hecho de que las personas solían agradecerle por salvar la vida de un marido o la vida de una hija. Él parecía ser una especie de criatura angelical para ellos y, por supuesto, también lo era para mí ante mis ojos y mi corazón de niña.
Quiero agradecerles por levantarse todos los días, por luchar para entender la dinámica —médica, social, psicológica y económica— en juego en torno a la terrible enfermedad que nos afecta a todos en la actualidad, por dar lo mejor de sí para cuidar a los enfermos y los moribundos, ni que hablar por cuidar a sus propias familias. Y más aún, es casi milagroso que tengamos a estas personas entre nosotros.
Por eso hoy les pido a todos ustedes que por favor les envíen un mensaje de agradecimiento a quienes hayan protegido su salud en su vida, a quienes hayan protegido a ustedes o a un ser querido. Envíenles un mensaje de texto, una postal, un mensaje de voz, una canción, lo que quieran. Fíjense si pueden hacer algo para ayudar a sus centros de salud locales para que reciban los recursos y suministros que tanto necesitan. Pero agradézcanles.
Ya tendremos tiempo en un futuro cercano para debatir con profundidad cuán importante es para un país, una sociedad, estar a la vanguardia con la ciencia, tener los mejores datos, hacer los planes más duraderos, afrontar los nuevos desafíos en lugar de negarlos o vacilar mientras se agravan los problemas.
Ya tendremos tiempo para expresar que nos indigna que, pese a que estamos luchando contra una catástrofe a nivel mundial, este gobierno avance con una despiadada agenda de desregulación y sus ataques imprudentes a las mismísimas protecciones de la salud que nos mantienen a salvo.
Ya tendremos tiempo para aprender de lo que nos está ocurriendo y realmente anhelamos convertirnos en un país mejor y más fuerte que muestre más cuidado y más compasión por las generaciones futuras. Pero por ahora detengámonos un momento para reflexionar sobre los que nos rodean y nos demuestran cómo ser las mejores personas que podemos ser.
Ya tendremos tiempo para demostrar que no necesitamos elegir entre una economía fuerte y protecciones de la salud fuertes, hemos contado con ambas durante décadas y las volveremos a tener.