Como México-americana de primera generación en el Sur Este del condado de Los Angeles (también conocido como “SELA” por sus siglas en ingles), crecí con el entendimiento de que algunas cosas que pasan en nuestras comunidades son simplemente “cosas que pasan”. Varias veces escuche a algún vecino, amigo, o miembro de la familia decir “tal y tal” se murió de cierto tipo de cáncer o de enfermedad pulmonar—comentando “qué raro (el/ella) ni fumaba. Se miraba saludable!” Mientras que otros en nuestra comunidad tratan de estudiar su árbol genealógico para entender porque su hijo/a de 6 años de edad sufre de un caso severo de asma.
Cuando yo estaba chica, mi familia se mudo de la ciudad de Huntington Park a la ciudad de Bell Gardens, un lugar que a primera vista parecía ser una mejor opción. Aunque la ciudad de Bell Gardens recientemente fue clasificada como una de las peores ciudades pequeñas para vivir por WalletHub, atribuyendo su baja calificación a la deplorable calidad de vida entre otras razones yo solo tengo memorias buenas de esta ciudad que en su momento fue nuestro hogar.
Las Zonas Sacrificadas y las sustancias toxicas
¿Porque están las ciudades de SELA en la lista de entre las “peores ciudades pequeñas”? ¡No es por sus residentes! Esta baja calificación se podría atribuir a una larga historia de mal manejo fiscal acompañado por años de casos de injusticias medioambientales. Por definición, la región es una “zona sacrificada”—un término que se encuentra en el libro de Steve Lerner, Sacrifice Zones: The Front Lines of Toxic Chemical Exposure in the United States, para referirse a comunidades de escasos recursos cuyos residentes son en su mayoría minorías raciales. En estas comunidades la salud de sus residentes es sacrificada debido a la proximidad cercana a la contaminación toxica. Lerner también se refiere a zonas sacrificadas como comunidades de “perímetro” (o “fenceline” en ingles), comunidades que tienen puntos conflictivos por la contaminación química.
Según una encuesta realizada por el Fondo de Defensa Ambiental en el 2014, casi el 40% de niños latinos son más propensos a fallecer por asma que los niños blancos. Según un reciente estudio realizado por Raoul Liévanos de la Universidad del Estado de Washington, los latinos inmigrantes que no hablan inglés tienden vivir en áreas sobrepobladas y zonas industriales contaminadas.
Inicialmente cuando leí el estudio, sentí que me faltaba alguna pieza de información revolucionaria. Sentía que me faltaba información, no porque el Dr. Liévanos no había hecho un trabajo fenomenal explicando las teorías detrás de la correlación entre la proximidad espacial entre las fuentes contaminadas y riesgos de salud, pero por que era algo que yo ya sabía y daba por hecho. Yo entendía que asi eran las cosas en nuestra comunidad, o como mi padre lo explicaba, “¿que íbamos a hacer si no teníamos dinero para movernos?” No teníamos otra opción.
Zonas sacrificadas y el acceso a la información
Por tres décadas, activistas de justicia medioambiental han tratado de desafiar a las cortes suministrando investigaciones sobre la desigualdad medioambiental para comprobar que no todos los vecindarios son contaminados igualmente. Algunos estudios usan la pobreza como el factor principal por el cual los latinos y otros grupos minoritarios de escasos recursos residen en estas zonas sacrificadas. Sin embargo, existen otros factores que afectan la inhabilidad de que latinos se puedan mudar a otras áreas con mejor calidad de aire. El Dr. Liévanos resalta que tradicionalmente las poblaciones nacidas en el extranjero tienden tener menos conocimiento sobre las alertas de riesgos de salud medioambientales y el sistema regulatorio en donde pueden reportar violaciones medioambientales. Esto no es solo porque la información disponible y el proceso es extremadamente confuso sino también porque en el pasado la información solo estaba disponible en ingles.
Esto me trae a mi siguiente punto, algo que es endémico a través de todos los niveles del gobierno— el realmente proveer acceso a información y establecer un programa con verdadero alcance en la comunidad. Puede ser por el miedo al cambio, a la innovación, o puede ser por el miedo a recibir un alto número de reclamos desagradables de miembros de la comunidad— cuando se presentan quejas, en especifico aquellas que se tratan de la contaminación medioambiental, las agencias regulatorias tienden pensar que si simplemente construyen el sistema y proceso para reportar anomalías la gente simplemente buscara coma hacerlo. Y todos sabemos que así no funcionan las cosas.
No se trata de simplemente construir un proceso:
Las reuniones comunitarias donde los residentes pueden proporcionar comentarios públicos sobre los efectos de las industrias emisoras de cancerígenos toman varios meses y tienden en llevarse acabo bajo el radar de los más afectados por las emisiones. Escondiendo el mecanismo para reportar anomalías bajo una telaraña confusa de asesoramientos sobre cual agencia trata con que jurisdicción. A cual agencia hablamos? EPA? DTSC? AQMD? Pueden existir cientos de páginas de reportes de impacto medioambiental (EIRs) y estudios comisionados por fuera de agencias gubernamentales o investigaciones internas… etc. etc. etc. Mientras ahora mucha de la información ya se hace disponible en español, el lenguaje técnico que se utiliza en estos estudios es extremadamente complejo, mi abuelita Pina (apodo de Josefina), no sabría ni dónde empezar para procesar el proceso y la información.
La mejor manera de involucrar a las comunidades de “perímetro” en “zonas sacrificadas” es ser inclusivos. Para entender cuales son nuestras prioridades, encuéntrenos a mitad del camino en eventos comunitarios, centros comunitarios, reuniones de planificación… y por favor involucren a padres lideres para que nos ayuden a sobre llevar la gran carga de la contaminación de aire que nuestros hijos han tenido que asumir.