La Dra. Stacy Small-Lorenz a la izquierda, con su colega Sarah Castleberry y su hijo, en primera fila en el National Children’s Hospital para el anuncio de ayer de los nuevos estándares del mercurio y los tóxicos del aire.
Esta es una publicación por invitación de la Dra. Stacy Small-Lorenz, científica de la conservación para el Environmental Defense Fund:
Ayer recibí el mejor regalo de las fiestas que una mujer embarazada podría desear.
Tuve el privilegio de sentarme en primera fila en el National Children’s Hospital, junto con varias madres de niños pequeños y médicos estimados, cuando la administradora de EPA, Lisa P. Jackson anunció los históricos estándares del mercurio y de los tóxicos del aire.
Los nuevos estándares reducirán las emisiones de mercurio y otras emisiones tóxicas de las plantas de energía a carbón, utilizando tecnología probada y fácilmente disponible. El mercurio es un potente veneno que puede causar trastornos permanentes, y a menudo progresivamente debilitantes para el desarrollo neurológico en fetos, niños y adultos.
Como futura madre, me emociona la nueva norma de EPA, ya que reducirá significativamente los niveles de mercurio en nuestro medio ambiente y en el suministro de alimentos. Quiero que la capacidad de mi hijo para ver, oír, caminar, sentir y aprender no se vea afectada por el mercurio.
Como ecóloga profesional de la fauna, también agradezco muchísimo que vamos a reducir drásticamente los niveles de mercurio y otros contaminantes que se bioacumulan en la cadena alimenticia desde microorganismos hasta peces, aves y mamíferos que se alimentan de ellos (¡incluidos los seres humanos!).
Y mientras circulan afirmaciones falsas en los medios esta semana acerca de la falta de beneficios por la reducción de las emisiones de mercurio, los científicos han expresado su opinión en voz alta y clara sobre los efectos nocivos del mercurio y la necesidad de una norma rigurosa para su control.
Este problema es especialmente personal para mí. Crecí en un pequeño y hermoso pueblo encaramado en el acantilado de un río con vista al río Ohio, en una región industrial del suroeste de Pensilvania. Sin embargo, mi encantador e histórico pueblito —con sus numerosos parques, escuelas e iglesias— estaba situado dentro del alcance de la vista y respiración de una planta de energía a carbón, la fundición más grande del mundo de zinc, una refinería de petróleo, varios molinos y fundiciones de acero, un par de fábricas de plásticos y una planta de goma sintética.
Muchas noches calurosas de verano, cuando nos dormíamos con las ventanas abiertas, me quedaba dormida sosteniendo la manta sobre la cara para filtrar el tufo del aire.
En esta zona que fuera alguna vez agrícola, los contaminantes industriales como el arsénico, plomo, mercurio, zinc, cadmio ahora contaminan los suelos. Durante mi infancia, se advertía a los residentes que no comieran verduras cultivadas localmente en el suelo o cualquier pez capturado en los ríos y arroyos locales. Este era un difícil mensaje de aceptar para mis abuelos, y a pesar de las pruebas de laboratorio que revelaban niveles peligrosos de contaminación del suelo en su jardín, ellos continuaban cultivando, cocinando, enlatando y consumiendo las verduras de su propia cosecha. Ambos sufrieron cánceres graves del tracto digestivo.
El mercurio es un material tóxico, y aunque existe tecnología para mantenerlo fuera del aire, el agua y la cadena alimentaria, hoy en día se continúa arrojando en nuestro medio ambiente. Si bien muchas de las fábricas de los alrededores de mi pueblo natal han cerrado y otras se han desmontado, la planta de energía a carbón todavía opera con fuerza, bombeando niveles peligrosos de mercurio y otras toxinas mortales.
La planta de energía AES en el Beaver Valley, a la vista de mi pueblo natal, emite 40 libras de mercurio tóxico al año, además de 900 libras de ácido clorhídrico. Solo un poco más río abajo, la planta Bruce Mansfield es aún más letal, con una emisión de 145 libras de mercurio al año y más de 390 libras de ácido clorhídrico.
Estas toxinas van directamente al aire, agua, suelo y cadena alimentaria de mi familia y amigos.
A menudo me pregunto cuánto de este material se ha acumulado en mi sistema a través de los 17 años que viví allí. Al mudarme de casa, supuse que me iría a lugares más saludables, para no volver de manera permanente a mi hermoso pero contaminado valle del río.
Pero di un vistazo a los niveles de mercurio provenientes de plantas de energía en otras áreas que he vivido desde entonces:
- Bridgeport Station cerca de New Haven, CT: 26 libras de mercurio al año
- Transalta Centralia Generation cerca de Olympia, WA: 323 libras de mercurio al año
- Planta de energía de la ciudad de Columbia, MO: 12 libras de mercurio al año
- Planta Mirant Potomac River en Alexandria, VA: 25 libras de mercurio al año
Usted puede buscar su propia planta de energía a carbón en su localidad (y las que estén cerca de su familia y amigos) en este mapa de contaminación tóxica por mercurio en la página de Facebook de Moms Clean Air Force. Tenga en cuenta que estas cantidades anuales se acumulan y persisten a través de los años.
El mercurio también se acumula en las células vivas y en la cadena alimentaria. La concentración de mercurio en los peces es hasta diez millones de veces más alta que en el agua. Por lo tanto, incluso pequeñas cantidades de mercurio depositado regularmente en nuestros lagos y arroyos circundantes son extremadamente peligrosas. Las plantas de energía a carbón también emiten otros contaminantes muy peligrosos, como el arsénico y el ácido clorhídrico, los cuales se reducirán con la nueva norma.
Entonces, ¿por qué hemos tardado tanto tiempo en conseguir implementar una norma sensata? Parafraseando las palabras de la administradora de EPA Jackson ayer: si la industria dedicara más dinero a ingenieros y menos a cabilderos, más a científicos y menos a abogados, entonces este problema podría haberse resuelto hace mucho tiempo. Amén.
Pero incluso con la norma final ya implementada, la batalla no ha terminado. Desde ya, los abogados de la industria que colocan las ganancias antes que las personas, están haciendo fila para demandar la norma, y ejerciendo una fuerte influencia política. Se ha ganado una histórica batalla, pero la guerra por la salud de nuestros hijos contra quienes contaminan el ambiente con fines de lucro se recrudece.
Por favor, actúe ahora a favor de nuestros niños, familias, amigos y todas las criaturas silvestres que cuentan con usted. Tómese un momento para agradecer a EPA por terminar el trabajo sobre los estándares para el mercurio y los tóxicos del aire, por favor ínstelos a que exijan a la industria su cumplimiento.
¡Gracias, Dra. Small-Lorenz por defender el aire limpio para nuestros hijos!